Veinte años después de que la invasión de Estados Unidos echara del poder a los talibanes, Afganistán vuelve a estar a merced de la milicia fundamentalista.
Los insurgentes han rodeado este domingo Kabul desde todos los frentes antes de entrar finalmente en la ciudad, tras una ofensiva relámpago en la que ha conquistado en dos semanas una capital provincial tras otra (30 de 34), hasta hacerse con el 90% del territorio del país centroasiático.
Poco después de que se anunciara por la mañana la toma de Jalalabad, cerca de la frontera con Pakistán y la única gran urbe que le quedaba al Gobierno fuera de Kabul, la milicia inició el asedio con la orden a sus miembros de que evitaran un derramamiento de sangre.
La salida del país del presidente, Ashraf Ghani, conocida horas después, encarna la imagen de un Gobierno en vías del colapso un día después de que insistiera en “removilizar” sus fuerzas para detener un avance talibán que ha resultado imparable desde que lanzaron sus ataques en mayo, coincidiendo con el inicio de la retirada de las tropas de EE UU y sus aliados.
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